MUY
INTERESANTE
15
junio 2016
Encuentran una asociación directa entre el estrés o la alteración
del estado de ánimo y el envejecimiento prematuro.
La depresión y el estrés no
solo dejan un rastro palpable en nuestro rostro sino que contribuyen a acortar
nuestra vida alterando nuestra actividad genética, según un estudio llevado a
cabo por investigadores de la Escuela de Medicina de la Universidad de Indiana
(EE.UU.) y el Instituto de Investigación Scripps especializado en biomedicina.
En un experimento con gusanos
Caenorhabditis elegans (C. elegans), unas lombrices transparentes que poseen un
entorno bioquímico similar al de los seres humanos y por ello representan una
herramienta de muy interesante para el estudio de la biología del
envejecimiento, los científicos identificaron una serie de genes que pueden
modular los efectos del estado de ánimo y una respuesta -positiva o negativa-
para el estrés en nuestra vida útil.
Concretamente, el estudio
describió un gen conocido como ANK3 como jugador clave en la longevidad:
“Estábamos buscando los genes que pudiesen estar en la interfase entre el
estado de ánimo, el estrés y la longevidad. Hemos encontrado una serie de genes
implicados en los trastornos del estado de ánimo y trastornos de estrés que
también parecen estar implicados en la longevidad”, aclara Alexander B. Niculescu III, líder del estudio.
El precio del estrés
El experimento continuó
cruzando los resultados del C. elegans con genes
humanos asociados a síntomas depresivos en los seres humanos. En total se
utilizaron más de 700 muestras de sangre de pacientes con diagnóstico de
trastorno psiquiátrico, descubriendo que aquellos que habían muerto por
suicidio, por ejemplo (donde los resultados fueron muy contundentes), los
niveles de expresión del gen ANK3 eran significativamente más altos que en
otros individuos.
Según los científicos, las
personas sometidas a un estrés significativo o a trastornos del estado de
ánimo, muestran un cambio en los niveles de expresión de estos genes que están
asociados al envejecimiento prematuro y a la reducción de la longevidad.
Entre otras cosas, los
expertos descubrieron también que la exposición al antidepresivo mianserina -utilizado en tratamiento del estrés y trastornos
del estado de ánimo- extendió la esperanza de vida de este animal.
Así pues, los autores
plantean la posibilidad de un “interruptor de la vida” controlado activamente
por el estado de ánimo y el estrés. Además, el análisis bioinformático
reveló una serie de compuestos que pueden actuar en estos genes y promover la
longevidad: el ácido graso omega-3, la quercetina, la vitamina D y el
resveratrol, entre otros.
“Este estudio presenta a
ANK3 y a otros genes del organismo como biomarcadores
de la edad biológica con una asociación íntima entre el estado de ánimo, el
estrés y la esperanza de vida”, comentan los autores.
El estudio ha sido
publicado en la revista Molecular Psychiatry.